PAPÁS DE CUENTO

Resumen:

Se dice que algo es “de cuento” cuando se trata de algo muy bonito, genial, maravilloso. Hoy hablamos de “papás de cuento”, es decir, padres maravillosos.

TRANSCRIPCIÓN

Hola, chicos, ¿qué tal?

¿Cómo va la semana? ¿Bien?

No sé si va bien o mal, pero en este momento lo mejor que puedes hacer es relajarte, olvidarte de tus problemas, ponerte cómodo y escuchar nuestro podcast.

Hoy tengo una historia que contarte. Es una historia que he leído recientemente y que me ha impactado mucho.

Cuando digo una historia, no me refiero a una historia ficticia, a una historia inventada. No. Se trata de una historia real, algo que realmente ha sucedido, con gente de verdad.

No se trata de una de esas historias típicas que se suelen leer en las páginas de los periódicos o que se suelen ver en los programas de televisión. No se trata de la historia de nadie famoso, ni se trata de uno de esos cotilleos típicos de la prensa del corazón… ¿Sabéis lo que es la prensa del corazón? La prensa del corazón es ese tipo de prensa que informa sobre escándalos de los famosos: sobre si una actriz se ha puesto muy gorda, sobre si alguien se ha quedado embarazado, sobre divorcios, sobre broncas entre famosos…

Una bronca, por cierto, es una pelea, una discusión.

Bueno, pues no, no se trata de ese tipo de historias. No se trata de cotilleos. Cotilleos son ese tipo de comentarios sobre la vida privada de otras personas, ¿no? Cotillear es hablar del vestido que lleva alguien en una fiesta. Cotillear es comentar en voz baja que la hija de los vecinos vuelve a casa muy tarde. Cotillear es comentar que una mujer sale con un hombre mucho más joven que ella…

En fin, yo creo que entendéis de qué se trata, ¿no? Yo creo que ya sabéis qué es “cotillear”. A mí la verdad es que nunca me han gustado los cotilleos. Creo que cada persona tiene su vida privada y nadie tiene el derecho a juzgar lo que hacen o lo que no hacen, que cada uno vive su vida lo mejor que puede y ya está. Siempre me ha parecido que las personas que cotillean, los cotillas, son personas muy superficiales.

No digo que no se puedan hacer comentarios sobre otras personas, especialmente con tu familia o con tus amigos más íntimos. Hay cosas que son inevitables, pero la verdad es que hay gente que solo sabe hablar de cotilleos, que solo saben cotillear, que solo se interesan por la vida de otras personas, por saber con quién salen, con quién van… En fin, a mí ese tipo de personas siempre me han dado mucha vergüenza ajena.

No sé si entendéis qué significa “dar vergüenza ajena”. Te da vergüenza ajena cuando te da vergüenza no por algo que has hecho tú, sino por algo que ha hecho otra persona. ¿Entendéis? Si, por ejemplo, alguien hace o dice una tontería en público, delante de otras personas, a mí me da vergüenza, me siento mal… no por mí, que yo al fin y al cabo no he hecho nada, sino por lo que ha hecho esa persona. No sé. Es complicado de explicar.

Nunca he entendido muy bien por qué sentimos vergüenza ajena. ¿Por qué nos da vergüenza el comportamiento de otros? No lo sé. Pero es así. El hecho es que a veces nos da vergüenza lo que hacen los demás. Y a mí, la gente cotilla, la gente que critica lo que hacen los otros, la gente que se ríe o se burla de lo que hacen otras personas en su vida privada, en fin… siempre me ha dado mucha vergüenza ajena y me hace sentir mal.

Bueno, creo que he perdido el hilo. He perdido el hilo de lo que estaba diciendo.

Estaba diciendo que hoy os quería contar una historia que he leído en la prensa y que me ha gustado mucho. Os estaba diciendo que se trata de una historia real, no ficticia, pero no se trata de la típica historia de la prensa del corazón, no se trata de un cotilleo sobre famosos…

Se trata de una historia real sobre gente real, gente como tú y como yo, que normalmente no solemos aparecer en la prensa escrita ni en los programas de televisión.

Es la historia de un chico, bueno, ya realmente un hombre, un hombre casado y con dos hijos,  que se llama Lewis.

Lewis es inglés. Nació en una ciudad que se llama Plymouth. Como digo está casado y tiene dos hijos.

La historia empieza cuando Lewis acaba de salir de prisión y está entrando en un taxi para ir a su casa.

Tiene muchas ganas de ir a su casa y abrazar a su mujer y a sus hijos, a los que lleva nueve meses sin ver. Eso es lo único que quiere hacer.

Sin embargo, mientras se acomoda en el asiento del taxi, Lewis recibe una llamada de teléfono. Es una llamada que estaba esperando y que tenía miedo de recibir.

Eran sus viejos amigos, sus colegas, la gente con la que solía salir antes de entrar en prisión.

La voz al otro lado del teléfono le preguntó: ¿Qué haces?

Lewis contestó: estoy en un taxi. Voy a casa.

El otro le dijo: Eso puede esperar. Ya irás mañana a casa. Vente con nosotros. Estamos en el pub de siempre.

Lewis sabía lo que tenía que responder. En prisión había tenido tiempo de pensar en la respuesta que debería dar a sus antiguos colegas cuando le llamaran para volver a ir al pub con ellos.

“No voy a volver a ir con vosotros, ni ahora ni nunca.”

Llevaba mucho tiempo pensándolo. Lo único que quería hacer al salir era volver a su casa.

No veía la hora de abrazar a sus hijos.

Llevaba mucho tiempo sin verlos. Unos nueve meses. Y la única cosa que quería hacer ahora, la única cosa en la que podía pensar era hacer todas las cosas que no había podido hacer con ellos durante ese tiempo.

Pero la cosa más importante, la cosa que más quería hacer con sus hijos, era leerles historias, cuentos,  antes de dormir.

Lewis había sido un adolescente conflictivo. Siempre se metía en problemas. Tenía dificultades para controlar su agresividad, especialmente cuando bebía demasiado y se emborrachaba.

La última vez fue en 2013. Él y sus colegas tuvieron una pelea muy fuerte en un pub y Lewis acabó por entrar en la cárcel.

Fue una experiencia terrible. Desde el primer día, se dio cuenta de que la vida en prisión era mucho más dura de lo que él había imaginado. Estaba en tensión permanente. No tenía un momento de paz, de tranquilidad. Dice que la tensión en la cárcel se podía cortar con un cuchillo. Había una gran agresividad en el ambiente. Los prisioneros más fuertes o más violentos atacaban a los más débiles.

La vida en prisión era una pesadilla angustiosa.

Además, echaba mucho de menos a su mujer y a sus hijos. Dice que echaba de menos el calor familiar, el cariño, el contacto físico, un abrazo…

Pero un día algo cambió.

En la prisión le hablaron de un proyecto que se llamaba Storybook dads. En español, sería algo así como “PAPÁS DE CUENTO”. Es difícil traducir, pero creo que entendéis, ¿no? Storybook es un libro de cuentos, normalmente cuentos infantiles, cuentos para niños.

Bueno, pues este proyecto, PAPAS DE CUENTO, consistía en que los prisioneros que tenían hijos leyeran cuentos, historias infantiles, para sus hijos. De esa forma, los niños podían escuchar a sus padres leyéndoles historias en la cama, antes de dormirse.

A Lewis le gustó muchísimo la idea y se apuntó al proyecto. Dice que la primera vez que entró en la habitación donde se grababan los cuentos tuvo por primera vez en mucho tiempo una sensación de paz, de tranquilidad. Se sintió a salvo por primera vez desde que había entrado en prisión.

Y entonces empezó a leer cuentos infantiles para sus hijos. Leía las historias y sus hijos recibían cada semana un CD o un DVD.

Su mujer decía que los niños estaban encantados. Que echaban mucho de menos a su padre y que al recibir los cuentos con la voz de su padre era como si él estuviera allí con ellos. Estaban tan contentos y tan orgullosos que llevaban las grabaciones a la escuela para mostrarlas a sus amigos. Ya no se sentían abandonados. Se sentían queridos.

La experiencia hizo que Lewis pensara mucho en su propia vida. Recordó que de niño su madre también solía leerle historias antes de dormir y luego, él mismo, cuando tenía en torno a 9 años, leía mucho.

El problema fue al llegar a la adolescencia. En la adolescencia empezó a meterse en problemas. No podía controlar su agresividad. Todo empezó a ir mal.

Dice Lewis que leer historias para sus hijos de alguna forma le ayudó a reconectar con aquel niño de 9 años que una vez fue, aquel niño al que le gustaba leer.

Hace ya más de cinco años que Lewis salió de prisión. No ha vuelto a meterse en problemas.

Al poco tiempo de estar en la calle volvió a su antiguo trabajo, pero sigue colaborando con la organización Papás de Cuento. Por ejemplo, ha aprendido a editar audios y vídeos y ayuda a otros prisioneros a grabar historias para sus familias.

Y por si esto fuera poco, Lewis dejó de beber, no ha vuelto a ver a sus antiguos colegas y para controlar su agresividad se ha hecho entrenador de boxeo en un gimnasio.

Un final feliz, ¿no?

Me gusta la gente como Lewis. Gente con problemas que lucha por superarlos y salir adelante. No siempre es fácil. No siempre hay un final feliz, pero esta vez sí.

Estas son el tipo de historias que me gustaría leer más a menudo en los periódicos. En lugar de tantas noticias sobre famosos, cotilleos que no interesan a nadie… en lugar de cotillear sobre la vida privada de gente famosa, no os parece que sería mucho mejor leer historias de este tipo, historias sobre gente real, sobre gente como tú y como yo, historias sobre gente que nunca aparece en la primera página de los periódicos, historias que te levantan el ánimo, que te ayudan a creer un poco en la humanidad, en que cambiar es posible, en que no todo está perdido…

He leído la historia de Lewis varias veces y me ha conmovido. No voy a decir que me he echado a llorar, no, pero sí que se me han humedecido un poco los ojos…

En fin, chicos, espero que os haya gustado la historia de hoy.

Os recuerdo que podéis leer la transcripción en nuestro blog.

Os recuerdo lo que digo siempre: para mejorar vuestro español, tenéis que leer y escuchar a menudo. Por eso, os recomiendo que vayáis a nuestro blog y escuchéis de nuevo el episodio de  hoy, pero leyendo al mismo tiempo la transcripción.

En fin, no me enrollo más. Lo dejamos aquí por hoy.

Un saludo y hasta la próxima semana. Nos escuchamos en el próximo episodio de nuestro podcast.

¡Que paséis una buena semana!

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