Como muchos sabéis, vivo en Londres desde hace casi veinte años. Llegué desde Granada en mayo del año 1997. Al principio, vivir en Londres me parecía algo mágico. Era como estar dentro de una película. Quizás porque ya había visto antes esta ciudad en la televisión o en el cine. Los autobuses rojos de dos plantas, los taxis negros, el Big-Ben, el metro…

Recuerdo que los primeros meses me encantaba viajar en metro. De hecho, iba en metro a todas partes. Descender a una estación de metro era como introducirse en un laberinto de túneles, pasillos y escaleras. Cada viaje en metro era como un juego y me divertía muchísimo leyendo los mapas del metro e intentando averiguar qué línea debía coger: La roja, la negra, la verde… Yo todavía no hablaba bien inglés y reconocía las diferentes líneas del metro por los colores, no por el nombre.

 Siempre me han gustado las grandes ciudades. Desde que era niño. Quizás porque vivía en una ciudad pequeña. No sé, pero recuerdo que me atraían mucho las películas y las series de televisión en las que se veían grandes avenidas con cientos de coches circulando en todas direcciones; rascacielos altísimos, puentes que cruzaban ríos anchísimos por los que navegaban barcos, trenes que atravesaban las calles desde lo alto. Todo ruido y confusión, luces que se encendían y apagaban, multitudes que caminaban a paso rápido y decidido por las aceras, con un café entre las manos…

Los pueblos y las ciudades pequeñas me parecían aburridos. ¿Qué se puede hacer en un pueblo un sábado o un domingo por la tarde? Muy poco. Ver la televisión, tomar un café en el mismo bar de siempre, con los mismos clientes de todos los días; dar un paseo por las mismas calles, recorrer los mismo lugares, ver a la misma gente y tener las mismas conversaciones. Un día tras otro día, una semana tras otra semana. Luego un mes, un año…   Pasar así la vida me parecía muy aburrido. La vida en la gran ciudad me atraía mucho más; era mucho más excitante y divertida. En la gran ciudad me sentía vivo; en un pueblo me moría de aburrimiento.   Una de las cosas que más me gustaba de vivir en la gran ciudad era el anonimato. En Londres nadie conoce a nadie. Puedes salir a la calle con el pelo pintado de color verde y flores amarillas en la barba: nadie te va a mirar, nadie va a hacer un comentario. A nadie le interesa cómo vistes, qué ropa llevas, qué trabajo haces, de dónde eres, de dónde vienes y adónde vas…

Cuando de vez en cuando volvía a España, a Granada, todo me parecía pequeño, estrecho, viejo, pasado de moda, pobre… Muchas veces, al volver a Londres desde España, tenía la sensación de que había hecho un viaje en el tiempo, un viaje al pasado ; un viaje a un lugar donde nunca cambiaba nada.   Ahora es diferente. Viajar en metro ya no me parece tan excitante. No me gusta viajar por debajo de tierra. El metro me parece un lugar oscuro, sucio, viejo.   Tengo la impresión de que hay demasiada gente por las calles, de que todo el mundo tiene prisa, que todo el mundo corre, que nadie tiene tiempo para charlar, para pasear tranquilamente por el parque, para ver una puesta de sol…

Las  distancias son demasiado grandes. Antes no me importaba si para ir a cenar fuera un sábado por la noche tenía que viajar primero en autobús , luego coger el metro y después caminar por otros 20 minutos. Y todo eso primero para ir y luego también, al final de la cena,  para volver a casa.   Quizás sea porque me estoy haciendo viejo, pero ya no me apetece viajar tanto simplemente para salir a cenar fuera. Ahora prefiero quedarme en casa y estar tranquilo.   Así que, desde hace algunos años, cada vez salgo menos. Cada vez quedo menos con mis amigos. Cada vez me interesa menos la gran ciudad. La gran ciudad ahora me parece demasiado grande.

Ahora, cuando voy a España de vacaciones, me doy cuenta de que, en realidad, la calidad de vida puede ser mucho más alta en una ciudad pequeña o en el campo, cerca de la naturaleza.   Quizás la vida no sea  tan excitante como en Londres, pero es mucho más humana y sencilla. Y eso es algo que echo de menos cada vez más.   ¿Y a ti? ¿Qué te gusta más? ¿Vivir en una gran ciudad o en una ciudad pequeña, en un pueblo?   ¡Nada más por hoy!   Nos vemos en el próximo episodio de nuestro podcast   ¡Hasta pronto!