Aprender español leyendo

(y escuchando)

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En mi opinión, para aprender vocabulario en español lo mejor es leer y escuchar mucho en español, especialmente historias adaptadas para estudiantes de español. Yo escribo este tipo de historias y las uso a menudo en mis clases y en mis cursos online. Creo que leer y escuchar historias es el mejor modo para aprender nuevas palabras en contexto.

Pero, atención: tienes que leer historias adaptadas para estudiantes de español. Es decir, historias adecuadas a tu nivel de español y, además, historias construidas, diseñadas, de una forma que facilite el aprendizaje y la memorización del vocabulario.

Cada mes una historia

Por eso, este año estoy contando una historia cada mes. En este vídeo puedes ver (y escuchar) la historia del mes de mayo que se llama La mala racha. Después de ver el vídeo, intenta hacer los ejercicios que hay debajo y lee la transcripción de la historia. Recuerda: para aprender español tienes que escuchar y leer en español frecuentemente.

1. EJERCICIOS

2. TRANSCRIPCIÓN

Leer y escuchar historias es un método muy bueno para aprender vocabulario y gramática. En lugar de memorizar listas de palabras aisladas, una buena alternativa es leer y escuchar historias, historias adaptadas para estudiantes de español, como las que contamos aquí en Español Con Juan.

Este año estamos contando cada mes, una historia. En el vídeo de hoy te voy a contar la historia del mes de mayo.

¿De acuerdo? Pues, venga, ¡empezamos!

LA MALA RACHA

Como os dije el mes pasado, yo me quedé bastante triste después de lo que pasó con Carmen. Os acordáis, ¿no? La fiesta de San Valentín con Carmen fue un desastre y ella dejó de contestar a mis llamadas. La llamé muchas veces, pero la tía no contestaba nunca.

Y como Carlos, mi amigo Carlos, vio que me había quedado así, tan triste, pues me presentó a una amiga suya… una guiri, una extranjera que estaba enamorada de España, de Andalucía, del flamenco, de la feria de Sevilla, del español…  

Se llamaba Caroline y parecía la típica guiri que quería pues eso, aprender español, bailar flamenco y conocer a un hombre de Andalucía. Un hombre apasionado, divertido, masculino, muy macho, que bailase flamenco…

Bueno, si queréis saber qué pasó con la guiri, con Caroline, tenéis que ver el vídeo de abril, ¿de acuerdo? Yo ahora no lo voy a contar todo otra vez aquí, pero, bueno, lo que sí os puedo decir es que la cosa tampoco funcionó.

En lo que va de año ya me han rechazado dos mujeres: Carmen y Caroline. Un desastre.

Últimamente todo me sale mal. No solo en el terreno sentimental, no, en general, en la vida, llevo una racha muy mala. Este año todo me va fatal. Todo me sale mal.

Por ejemplo, ¿sabéis lo que me ha pasado? ¿Sabéis lo que me ha pasado en el trabajo? No os lo vais a creer.

Resulta que, bueno, como yo estaba tan mal, como me había quedado tan mal con la historia de Carmen, pues, la verdad, yo no podía dormir bien por las noches. Me acostaba y empezaba a dar vueltas en la cama, para un lado, para el otro. No podía dejar de darle vueltas a la cabeza, no podía dejar de pensar en lo que había pasado.

En fin, que no podía pegar ojo en toda la noche. Me quedaba dormido muy tarde, a eso de las cinco o las seis de la mañana. Y claro, luego me levantaba tarde. Normal. Como me había quedado dormido tan tarde, pues luego, lógico, me despertaba tarde.

Y, claro, como me levantaba tarde, pues no tenía tiempo de ducharme ni de afeitarme ni de desayunar. Tenía que salir de casa corriendo, a toda pastilla, echando leches.

Yo empiezo a trabajar todos los días a las nueve de la mañana, ¿no? y  bueno lo que pasó fue que llegué tarde al trabajo varios días. Bastantes días, la verdad. No sé, a veces llegaba diez minutos tarde, a veces llegaba veinte minutos tarde… un día llegué media hora tarde a clase, a las nueve y media, más o menos.

Un desastre, claro. Eso es muy poco profesional, ya lo sé. 

Pero es que estaba pasando una mala racha, ¿no? Por lo de Carmen. Yo normalmente no llego tarde a clase, pero últimamente…

Bueno, total, que llegaba tarde a clase, sin afeitar, sin desayunar, sin ni siquiera haberme duchado, con la camisa arrugada del día anterior porque, claro, yo estaba tan mal que no tenía ganas de ponerme a planchar la ropa por la tarde o el fin de semana.

Total, que sí, que llegaba tarde a clase casi todos los días, con la camisa arrugada, sin afeitar, sin haberme duchado y con hambre, porque tampoco había tenido tiempo de desayunar.

Un desastre, vamos.

Los chicos, mis estudiantes, no me decían nada. Yo llegaba, abría la puerta de la clase y decía, “perdonad, chicos, perdonad, había mucho tráfico, el metro se ha retrasado, he perdido el autobús…” Siempre tenía una excusa preparada. Ellos no decían nada. Sonreían, pero no decían nada.

Bueno, total, que después de llegar tarde varios días, bueno… la verdad es que llegué tarde dos semanas o quizás más… Bueno, pues eso, que después de llegar tarde varias semanas, como decía, un día llegué a clase y me encontré con que no había nadie. La clase estaba vacía. Los chicos se habían ido. Se habían ido o no habían venido a clase. En aquel momento no estaba seguro. Miré el reloj. Eran las diez menos veinte de la mañana. Había llegado cuarenta minutos tarde a clase. Era tardísimo. Claro, normal, no me extrañaba que los chicos se hubieran largado. Yo habría hecho lo mismo si hubiese estado en su lugar.

Bueno, pues, me quedé allí, en la clase, sin saber qué hacer. No sabía si quedarme allí, en la clase, o si largarme al bar a desayunar. Tenía mucha hambre y necesitaba urgentemente un café.

Estaba pensando qué hacer, si irme o si quedarme, cuando de repente se abrió la puerta de la clase y ¿sabéis quién apareció? La última persona que yo quería ver en aquel momento: mi jefe. El director.

Abrió la puerta y asomó la cabeza. Me dijo: “¿Juan? Perdona, ¿podemos hablar un momento?”

A mí, claro, me dio mucha vergüenza. Me puse rojo. Me puse rojo como un tomate. Quería que me tragase la tierra. ¿Os podéis imaginar la situación? Yo allí solo, en clase, sin los estudiantes y en ese justo momento llega el director. Me dio mucha verguenza.

Yo le dije, “¡claro, claro, Paco, pasa, dime, dime!” El director se llama Francisco, pero todos le llamamos Paco.

Bueno, pues, mi jefe, Paco, entró en la clase donde yo estaba solo y me dijo: “Juan, los estudiantes, tus estudiantes, han venido a verme esta mañana. Me han contado todo. Me han dicho que llegas tarde a clase todos los días. Estaban muy enfadados. Los exámenes son muy pronto y tienen miedo de que tú no los estés preparando bien.”

Yo, claro, me quedé de piedra. ¿Los estudiantes habían ido a quejarse al director de mi falta de puntualidad?

Yo intenté hacer un chiste, una pequeña broma, para quitarle drama a la situación, y le dije que, bueno, que era normal que yo llegase tarde a clase porque al fin y al cabo soy español. Todo el mundo sabe que los españoles somos muy impuntuales.

A Paco, a mi jefe, no le hizo gracia mi broma. Me dijo que no dijera tonterías, que era un asunto muy serio, que los estudiantes estaban muy cabreados conmigo, que de hecho estaban hasta las narices de mí, que se habían quejado de mí por varios motivos, no solo porque llegaba tarde…

Yo me quedé estupefacto. ¿Por otros motivos? ¿Los estudiantes se habían quejado de mí por otros motivos, no solo por llegar tarde? ¿Qué otros motivos?

Paco me dijo que los estudiantes no estaban contentos conmigo, que mis clases les parecían aburridas, anticuadas, demasiado tradicionales. Decían que no estaban aprendiendo español conmigo, que yo no les motivaba, que no era un profesor divertido, que mi estilo de dar clase era demasiado tradicional, que mi método de enseñar español no funcionaba… Total, que no me querían en clase, que no querían que yo siguiera dándoles clase de español, que no querían que yo fuese su profesor de español.

Yo, claro, me quedé estupefacto. Que digo estupefacto, me quedé de piedra, me quedé atónito, me quedé pasmado, patidifuso, me quedé helado, me quedé con la boca abierta, me quedé sin palabras, me quedé…

Me quedé muy mal, claro. Mis estudiantes no me querían como profesor. Después del rechazo de Carmen, esto es lo que me faltaba ahora: el rechazo de mis estudiantes.

Bueno, total, que Paco, mi jefe, me dijo que se notaba que yo no estaba bien, que todo el mundo en la universidad, no solo los estudiantes, se había dado cuenta de que yo estaba pasando por una mala racha, por un mal momento y que lo mejor era que me tomara unas vacaciones, que me fuera unos días a la playa a descansar o a dar paseos por el campo, a escuchar a los pajaritos cantar, a respirar aire puro.

La verdad es que mi jefe tiene razón, ¿eh? Yo estoy pasando ahora por una mala racha y bueno, la verdad es que sí, tengo que reconocerlo, necesito unas vacaciones. Después de lo de Carmen me he quedado un poco así, ¿no? Depre, sin ganas de nada… 

Le pregunté a mi jefe quién iba a dar clase a mis estudiantes las últimas semanas de clase. Quién iba  a sustituirme. Y me dijo que Alfred se haría cargo de todas mis clases. ¡Alfred!

¿Sabéis quién es Alfred? Alfred es un tío de España, de Murcia en concreto, que se llama Alfredo Pérez López, pero su nombre no le gusta, no sé por qué, se hace llamar Alfred. Dice que Alfred es más chulo que Alfredo y mucho más internacional.

A mí la verdad es que Alfred me cae fatal. Aquí, entre nosotros, sinceramente, Alfred  me cae muy gordo. Es bastante más joven que yo, no sé, tendrá unos 40 o 42 años, más o menos y mucho más guapo. Sí, es verdad, es mucho más guapo que yo, 

Pero bueno, ya veremos, ya veremos qué pasa, voy a descansar unos días, voy a tratar de olvidarme de los problemas…

¿Sí? ¡Hola! ¿Qué tal? ¡Cuánto tiempo! Sí, sí, claro… bien, bien, muy bien ¿Y tú? Ah, sí, ah, ah qué bien…

¿Cuándo? ¿Mañana? Sí, claro, no nada, no tengo nada que hacer. Estoy de vacaciones. Si, vale, a qué hora, a las 11, sí, perfecto, ¿donde quedamos? Ah, vale, muy bien, pues nada, que sorpresa, no me esperaba que llamases, bueno, sí, vale, mañana hablamos, venga, venga, adiós, hasta mañana, ya me cuentas, sí, hasta luego…

¡Era Carmen! ¡Me ha llamado carmen! Quiere verme! ¡Quiere verme mañana! Hemos quedado mañana para ir a tomar un café y no sé, hablar. ¡wow!

Quizás mi mala racha termina aquí. Quizás este sea el final de mi mala racha. No sé. Todavía no sé qué va a pasar. No me quiero hacer muchas ilusiones, pero por el momento me voy a duchar, me voy a afeitar, me voy a poner una camisa limpia… Y me voy a poner guapo. Quiero darle una buena impresión. Esta vez no puedo fallar.

El próximo mes os contaré qué pasa con Carmen.

¡Hasta luego!

Bueno, chicos, espero que os guste este modo de aprender español en contexto, a través de historias.

Este año estamos contando una historia en capítulos. Cada mes publicamos un capítulo nuevo.

Ya hemos publicado los capítulos de enero, febrero, marzo, abril  y hoy el capítulo de mayo. Si no habéis visto los capítulos anteriores, debajo del vídeo, en la descripción os dejo los links para que los veais, ¿de acuerdo?

Y ahora tenéis que ir a nuestro blog. Allí vais a encontrar la transcripción de la historia de hoy y un ejercicio de vocabulario, ¿de acuerdo?

Os recuerdo también que si os gusta aprender español con historias, en Amazon podéis encontrar los libros que he escrito. Los podéis encontrar en Amazon a muy buen precio. Son libros muy baratos que os pueden ayudar a mejorar vuestro español.

Debajo, en la descripción de este vídeo, os dejo todos los links.

Y nada más por hoy.

Un saludo y hasta el próximo vídeo.